lunedì 19 novembre 2018

Anima, anima, estimula siempre..... Todos lo necesitan.

A todos nos ha pasado en varios momentos de nuestra vida que alguna de las personas que forma parte de nuestro ámbito social está con el ánimo bajo por diferentes motivos. Sucesos familiares, problemas con amigos o amigas, malentendidos con la pareja, dudas, cuestiones sin resolver, preocupaciones respecto a eventos importantes como un examen… la lista podría alargarse casi infinitamente. En general, en la vida se pasa por multitud de dificultades y obstáculos como estos, pero no suelen entrañar mayor problema y se pueden resolver prácticamente sin ayuda. Sin embargo, aunque la razón nos dicta que un problema irresoluble no merece preocupación, y que un problema de resolución clara tampoco, a las personas no solo nos baja el estado del ánimo la incertidumbre, sino todo tipo de cosas.
De esta forma, unos más y otros menos, a veces se recurre a amigos, familiares o a la pareja para que traten de levantarnos el ánimo, o son ellos los que se acercan a alguien que consideran importante para tratar de animarle. Alguna que otra vez sale bien, pero un buen porcentaje de la gente asegura que, ya sea por no saber qué decir o por no saber escoger las palabras adecuadas, no consigue mejorar la situación. Y en parte es normal, puesto que se cometen muchos errores a la hora de tratar de apoyar a alguien emocionalmente, de forma que a veces incluso se empeora el asunto.
Es por eso que voy a tratar de ofrecer una serie de consejos básicos que estaría bien tener en mente para aplicar cuando queramos animar a una persona importante para nosotros, o incluso no tan importante. Por supuesto, cada caso es particular, y es por eso que estas indicaciones son asunciones muy básicas que pueden adaptarse a todo tipo de casos.
1-¿Es hombre o mujer? El modo de tratar la situación no es el mismo. Las mujeres valoran más que escuchen sus preocupaciones y que se sientan atendidas, mientras que  los hombres valoran más que alguien les aporte alternativas y soluciones prácticas. Por supuesto, esto puede variar según la persona, pero es una tendencia bastante generalizada, de hecho, las mujeres rara vez hacen lo que la gente les aconseja que hagan, sobre todo si se trata de problemas emocionales.
2-No minimices el problema. No se trata de ser catastrofista, pero no parece bueno quitarle hierro al problema o la preocupación que está causando un mal estado de ánimo. Puedes intentar convencerle con argumentos que el asunto no es tan grave si de verdad lo está exagerando, pero frases como: ‘Pero si eso es una tontería’ o ‘¿Y por esa chorrada estás así?’ o ‘Bah, de eso mañana ni te acuerdas’, no ayudan nada. A veces, lo importante no es lo grande o pequeño que sea el tema, sino cómo lo percibe, lo siente y lo vive una persona.
3-Escucha activa. Es importante transmitir la sensación de que se está escuchando. Mirar a los ojos, mantener una postura firme y no relajada, evitar mirar la hora, asentir con la cabeza, interesarse por los detalles… pero no se trata solo de meros gestos, hay que interesarse de verdad para poder saber transmitirlo y esforzarse para que la otra persona lo note. Las validacionesvienen muy bien, como parafrasear, que consiste en repetir lo que la última persona ha dicho a modo de confirmación, por ejemplo ‘…así que entonces él te dijo que no quería saber nada de ti’, o confirmar mediante sentencias, por ejemplo ‘Entiendo lo que me dices’, ‘Lo tienes que estar pasando mal’, etc. La validación también consiste en admitir que es difícil ponerse en el lugar de la otra persona. Por ejemplo, si alguien está preocupado por un problema grave por el que tú no has pasado, suele suceder que esa persona te dice que no puedes entenderle porque para entenderlo hay que pasar por eso. No suele ser positivo decirle entonces que no hace falta, que lo entiendes muy bien. Parece que es mejor que le confirmes que, evidentemente, no puedes entenderlo, pero que estás haciendo tu mejor esfuerzo por ponerte en su lugar y tenderle una mano, y que quizá no has pasado por lo mismo, pero sí por otras situaciones difíciles que, aunque no sean comparables, es todo lo que puedes ofrecer.
4-No des órdenes. Con la mejor de las intenciones, nos encanta decirle a una persona lo que tiene que hacer cuando tiene dificultades. Quizá porque sepamos o creamos saber de lo que estamos hablando, quizá porque queremos ayudar y así nos sentimos útiles, quizá porque pensamos que así la otra persona se sentirá menos perdida… Sin embargo, frases como ‘Lo que tienes que hacer es ir y decirle esto’ o ‘Yo haría esto y lo otro’ provocan confusión y una sensación de pérdida de control de la situación. Si de verdad quieres aportar una solución práctica, es mejor que des consejos y proposiciones. Por ejemplo, ‘¿Y qué te parece si vas y le dices esto?¿Crees que sería buena idea?’ o ‘Yo tuve un problema parecido e hice esto y lo otro, ¿a ti que te parece?’ o ‘¿Por qué no intentamos esto?’ o ‘¿Has pensado ya en posibles opciones?’. De esta forma, nuestro amigo o amiga, familiar o pareja participará activamente en cómo corregir su problema, reducirá su confusión y reforzará su autoestima.
Mención especial a la frase ‘No te preocupes’ o ‘No estés triste’ ya que, sin darnos cuenta, estamos juntando lo negativo de este mismo punto y el de no minimizar el problema. Evita decir esas cosas, ya que no aportan absolutamente nada. Como alternativa, podrías decir algo así como ‘No me gusta verte triste’ o mucho mejor aún si lo planteamos de forma positiva: ‘Me gustaría mucho verte feliz’. ¿Veis como cambia?
5-Vigila el contacto. Para la mayoría de los problemas cotidianos, uno no se plantea coger de la mano, dar un abrazo o acariciar el pelo para animar a alguien. Pero, a veces, ciertas preocupaciones o dificultades provocan una ansiedad visible e incluso lágrimas, produciéndose situaciones incómodas en las que uno no sabe qué hacer. Lo primero es que el silencio no siempre es malo. Cuando una persona deja de hablar, suele bastar con esperar a que ella misma recomience la conversación o con que practiques la escucha activa validando lo dicho, por ejemplo ‘Estoy aquí para lo que necesites’. Sin embargo, a veces la persona demanda un acercamiento más íntimo. ¿Cómo saberlo? Hay ciertas señales que lo indican, como cierta proximidad o el contacto ocular, pero no siempre sucede y es difícil verlas a veces, así que puede ser bueno que seas tú quien realice una aproximación y ofrezca señales de disponibilidad a ver si la otra persona las refleja. Es importante esto, puesto que dar un abrazo o incluso tocar a alguien que no lo desea genera rechazo. Sin embargo, hay que valorar también que tipo de relación existe entre vosotros dos. La experiencia es en ocasiones el mejor maestro.
6-Vigila las bromas. Este punto va en la misma línea que el segundo. A veces, nos parece que para animar a la otra persona, es bueno hacer bromas o utilizar el sarcasmo para hacer reír. Pero esto puede ser problemático, puesto que puede parecer que estamos minimizando o menospreciando el problema. Aconsejo evitarlo, igual que aconsejo evitar parecer demasiado feliz o alegre, porque da la sensación de que no estás empatizando con el problema. Sin embargo, hacer reír en el momento justo, es cierto que puede ayudar mucho a ver las cosas de otra manera. Esto dependerá mucho de la preocupación, de la persona y de la relación que se mantenga, pero puede ayudar tantear un poco el terreno diciendo alguna pequeña broma antes de soltar el sarcasmo apropiado a ver cómo responde la otra persona. Y, si no lo tienes claro, es preferible que ni lo intentes.
7-Paciencia. Probablemente es uno de los mejores consejos. Uno tiene que tener paciencia cuando trata de animar a alguien. Es cierto que hay muchas personas que parece que todo les va mal siempre y buscan constantemente apoyo, o que cometen una y otra vez los mismos errores, como no ser capaz de romper una relación que está provocando de forma periódica las mismas dificultades. Hay que tener en mente que la gente no ve las cosas de la misma manera y que todo sucede por alguna razón, así que hay que armarse de paciencia y, si realmente nos importa quien tenemos delante, saber estar ahí. Recomiendo evitar suspiros desesperados, decir cosas como ‘Pero, ¿otra vez?¿No te dije que no hicieras eso?’ o ‘A ver, qué narices te pasa ahora…’ y, en resumen, no parecer impaciente o cansado.
Estos son algunos consejos o ‘tips’ que se me ocurren a la hora de querer levantar el ánimo de alguien, aplicables a multitud de situaciones. Solo son meras directrices e indicaciones, pero que, bien contempladas, seguro que os ayudan a la hora de llevar a cabo tal empresa, aunque repito que a veces la experiencia también sirve, pues las relaciones afectivas no dejan de ser algo muy complejo. Espero que os sirva. Estraido del blog Sicologia Popular. 
Anuncios

Nessun commento:

Posta un commento